El agua es un recurso natural de extrema necesidad para la vida en todo el planeta. Por lo tanto, su adecuada utilización resulta vital para que el hombre, los vegetales y los animales puedan vivir y multiplicarse.

Esta necesidad se nota siempre que hay un faltante importante, ya sea para el consumo humano o cuando se presentan sequías estacionales que afectan a cultivos en pleno crecimiento y desarrollo, tal como viene sucediendo en este verano en casi todo el país.

De esta situación ya hay zonas que vienen zafando de la falta de humedad en el suelo -y, por ende, en los cultivos-, debido a que se dieron algunas precipitaciones que aliviaron el problema. Pero en otras regiones la situación es grave, porque se suman las excesivas temperaturas que acompañan a esta situación de falta de agua en los perfiles de suelo.

El agua es fundamental para que el hombre de campo, mediante su trabajo, produzca los alimentos necesarios para toda la humanidad.

Debido a esto, en todas las regiones productoras de alimentos del país existen instituciones, investigadores y empresas que se dedican al desarrollo y a la evaluación de diferentes estrategias de riego, que permitan ahorrar la mayor cantidad posible de agua para minimizar el impacto sobre la productividad.

Se trata de investigaciones orientadas no solo a hacer un uso más eficiente del recurso, sino también a mejorar el entendimiento sobre las necesidades hídricas de los cultivos en los ambientes particulares de la Argentina.

Todos sabemos que el cambio en el clima transformó el régimen de precipitaciones y de temperaturas a escala global. Y la Argentina no es ajena a esta situación. En este punto, el problema radica en que, en el campo, la actividad vinculada con la producción de alimentos tiene una fuerte dependencia del clima. Más específicamente, del agua, que en su mayoría proviene de las lluvias, a las que se suman las de la nieve o de los deshielos.

Debido a ello resulta necesario entender el rol del agua y de los mecanismos que utilizan las plantas para reconfigurarse frente a la falta o al exceso del líquido, y seguir produciendo sus frutos.

Los especialistas en estudiar el comportamiento de las plantas frente al agua en exceso o defecto indican que el agua es un elemento esencial para la producción debido a que proporciona un medio para la absorción y el transporte de nutrientes a los tejidos. Además, el agua también mantiene la temperatura de la planta, evitando que los órganos se sobrecalienten, ayuda a regular la cantidad de oxígeno disponible en la planta, mantiene la turgencia de los tejidos, permite el crecimiento e interviene en numerosos procesos metabólicos fundamentales, como la fotosíntesis, reduciendo el estrés de la planta y evitando el daño por sequía.

El clima siempre fue un factor de riesgo para la producción agrícola. Y en este contexto, la contingencia por la escasez de precipitaciones -algo que muchas veces es habitual en el NOA- se ve incrementada.

En este punto, la clave para el sector estará en implementar las prácticas necesarias para adaptarse a estas situaciones y no quedar a mitad de camino con lo producido.

Con lo que actualmente viene sucediendo con el clima debemos entender que con las altas temperaturas y con los vientos que se registran durante estos períodos de veranos que estamos viviendo, la evapotranspiración es alta y las precipitaciones insuficientes, mínimas o nulas, por lo que buscar la forma de mantener la poco o mucha humedad en los suelos se torna vital con prácticas agrícolas acorde a cada región.

Diferentes etapas

El agua es importante para las diferentes etapas de un cultivo, ya sea al comienzo, durante la siembra y emergencias de las plántulas y durante todo el ciclo de crecimiento y desarrollo del cultivo, por lo que disponerla en esos momentos críticos resulta fundamental para el éxito del cultivo.

Es por ello que en un contexto en el que las modificaciones en los patrones de lluvias y en las temperaturas sufrieron grandes modificaciones durante los últimos años, estudiar cómo hacer un uso eficiente del recurso hídrico es fundamental.

Todo lo que se haga para ser lo más eficiente posible en el uso de este recurso beneficia a todos -no solo al cultivo donde se lo necesite-; con prácticas que permitan acumular agua suficiente en el suelo cuando ocurren las lluvias o mediante la aplicación de este recurso al cultivo, siempre y cuando se cuente con el agua y con la infraestructura necesarias para realizarlo.